Emmanuel Cayetano
La Central de Abasto ha sido desde hace años un rayo de esperanza para todas las personas que acuden a este lugar como última opción para encontrar un trabajo.
Diariamente, salen de sus casas y se encomiendan a dios o a la suerte y al llegar a la Central de Abasto ofertan sus servicios, en un cartón escriben sus conocimientos y se sientan a esperar, si tienen suerte, debajo de una resolana y a la sombra, si no se puede, bajo el incesante sol.
Estas personas en su mayoría hombres de escasos recursos provienen de municipios como la Sierra Mixe, Pinotepa Nacional, Puerto Escondido y los Valles Centrales.
Para algunos ésta ha sido su forma de vida desde hace más de 10 años y todos los días acuden a este lugar a buscar su sustento, llevando consigo sus herramientas, otros únicamente su fuerza física.
Algunos están capacitados en trabajos de albañilería y plomería, otros se desempeñan como montacargas.
Estos hombres en un día de los que llaman “bueno” pueden ganar de 300 a 500 pesos, otros de 2 a 2 mil 500 pesos por semana o por obra si llegan a ser contratados.
Pero no siempre se llevan alguna ganancia, ya que pueden pasar varios días o meses sin obtener ni un peso, o sin que alguien los vuelva a emplear.
Comentan que ya se han acostumbrado a este itinerario, ya que llegan a las 6 de la mañana y pasando el medio día se retiran, pues saben que ya no podrán obtener trabajo ni recurso económico.
En 2018, se registró una tasa del 3.3 por ciento de desocupación de la población económicamente activa a nivel nacional, de los cuales solo el 16.2 por ciento no contaba con estudios completos de secundaria, según cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).