ANDREA FENOCHIO —
México aún no ha escalado hasta la alerta roja por la crisis del coronavirus pero, comienzan a evidenciarse las precariedades en el sistema de salud nacional.
Los 26 contagios y la muerte de un doctor esta semana en un hospital de Monclova, en el estado de Coahuila, ejemplifican claramente los temores y las demandas de los profesionales de la salud de todo el país. Por estos hechos hay ya una investigación abierta para saber cuál fue la fuente del brote masivo en el hospital, pero todo apunta a un paciente con síntomas que ingresó el 15 de marzo y tardó al menos una semana en ser diagnosticado con COVID-19. Se presume que al pasar tanto tiempo sin ser aislado y al estar en contacto directo con personal médico fue más fácil que el brote se propagara rápida y masivamente.
Por esto, incluso el propio Hugo López-Gatell, Subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, tuvo que ofrecer una disculpa pública al haber afirmado en un principio que, el brote nació de la consulta privada de uno de los doctores.
Lo más alarmante es que los trabajadores habían protestado cinco días antes del primer fallecimiento por la falta de materiales, equipo y protección básica para afrontar la pandemia.
También en Coahuila, en Torreón, la falta de material de protección llevó al personal médico a protestar en las calles de la ciudad. Donde los trabajadores evidenciaron que con sus propios medios compran cubrebocas, y esa, es la única arma que tienen pues, no hay batas, no hay guantes, los pocos son para casos de emergencias.
Lo que más preocupa es que si ese es el panorama de los profesionales de la salud en México, cuál será el del ciudadano común y corriente.





